martes, 16 de febrero de 2010

Autosuficiencia


No podría vivir sin ser autosuficiente. Es algo que me supera. Puedo imaginarme por ejemplo víctima de un naufragio, perdido en una isla desierta, pero sé que aún seguiría pudiendo valerme por mí mismo. El sol seguiría saliendo cada día para mí y seguiría anhelando el viento en mi cara, lo sé.
Ahora me imagino construyéndome una cabaña, buscando alimento, agua, y sobreviviendo día tras día alejado de cualquier forma de sociedad. Aún seguiría queriendo vivir, estoy seguro.

Supongo que después llegaría la soledad, sobre todo por la noche, poco a poco al principio, pero fuerte y tremenda soledad después, acompañada de un sabor amargo y angustia por no poder hacer nada. Soledad que acabaría abrazando sin más remedio y que sortearía, seguro, junto a muchos otros momentos de flaqueza en que quisiera desaparecer, pero no morir, no. Sé que no.
La muerte en vida para mí se traduce en no ser autosuficiente. Al escribir estas palabras la imagen de mi abuelo en silla de ruedas, apagándose lentamente, prácticamente incapaz de hablar y esperando la muerte me viene a la mente, aquello me golpeó de lleno, verle en ése estado, sin ganas de vivir, cuando en el pasado era alguien de quien resultaba muy fácil contagiarse de vida, su espíritu de lucha o su amor por la poesía. Pero ya no tenía nada porqué luchar, nada que su corazón buscase con pasión, sus ojos lo decían.

Si no me pudiese mover o fuese tetrapléjico, pienso que sería el mismo sentimiento (no sería autosuficiente) sólo que llevado a un plano en que la raíz del problema sería algo físico y enormemente más doloroso de aceptar. Tal vez una sensación de impotencia. Siento que me sobraría energía por cada poro de mi piel, pero ¿recuerdas? No puedes moverte, ya no. Ya no dependes de ti.

Sinónimos de estar vivo son aprender, amar, mover, sentir, jugar o conseguir. Si todo esto me faltase...
Definitivamente sí, en ése caso, desearía morirme.

No hay comentarios:

Publicar un comentario